A pesar de que lo correcto es esperar unos meses para asegurar que los eventos ambientales que han abatido y siguen abatiendo al país se debe al cambio climático, nuestro sentido común indica que debe haber una correlación positiva entre el aumento global de temperatura y los factores que desencadenan el fenómeno del Niño cada vez más frecuente. Y, por tanto, una prioridad nacional debería ser el prepararnos para enfrentar este fenómeno y sus consecuencias casi de manera permanente.
Para el Perú, el cambio climático debe ser una prioridad. No se trata sólo de recuperar infraestructura o construir aquella que nos ayude a minimizar sus efectos adversos, sino principalmente a entenderlo. Para ello, necesitamos investigación científica y para actuar necesitamos innovación.
El ministro de Economía señaló ante el Congreso que las pérdidas que dejarían el ciclón Yaku y el fenómeno de El Niño que se avecina podrían llegar a USD 2,600 millones, un poco más que el 1% de nuestro PBI. El 1% es una cifra mágica para los que se dedican a la Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI), es el porcentaje de gastos de investigación y desarrollo sobre PBI al que aspiramos para poder alcanzar a Brasil, país que más invierte en Latinoamérica, y que nos colocaría a un poco más de un tercio del gasto que dedican los países de la OECD. Pero más allá de compararnos con otros países, nos ayudaría a entender y a actuar sobre estos eventos para minimizar las perdidas, sobre todo las humanas.
Muchos países están adoptando una política de CTI basada en misiones, lo cual asegura que todos los actores que intervienen en la implementación de esta política tienen un objetivo común, es decir, que hay una prioridad nacional. Esto involucra a casi todos los sectores como economía, vivienda, transportes y comunicaciones, agricultura y producción, entre otros; así como a los tres niveles de gobierno, que tendrán que coordinar y articular sus acciones para lograr una reconstrucción eficaz. Pero también al sector académico y principalmente a las empresas, que deberán convertirse en los grandes implementadores de las soluciones ideadas.
El establecer una política misional de CTI no significa que se deje de financiar el resto de temas, pero sí ayuda a enfocar los resultados. El cambio climático no solo concierne a las ciencias meteorológicas, pero también a la biología, geología, ingeniería, modelos matemáticos, medicina, etc. Y si queremos aprender del pasado, como debiéramos intentar, a la arqueología e historia; lo cual nos daría una excelente oportunidad para incorporar elementos modernos para potenciar las soluciones que se implementaron en el pasado. Pero también involucra a las ciencias sociales porque finalmente tenemos que entender la racionalidad de las personas que toman decisiones que aparentemente no tienen sentido, como asentarse en zonas de quebradas, lo cual como acabamos de ver no solo ocurre en segmentos poblacionales vulnerables sino también en aquellos que han realizado inversiones importantes en el marco de la formalidad.
Sin embargo, lo más importante es la innovación porque el cambio climático requiere de implementar soluciones de todo tipo. Aquellas basadas en ciencia, pero también aquellas sociales, muchas veces basadas en el sentido común, o adaptar soluciones que funcionaron en otras latitudes. Y también necesitamos agentes de cambio, aquellos emprendedores que puedan percibir las nuevas necesidades que el cambio climático trae y crea productos y servicios que puedan satisfacerlas y escalarlas.
El 1% del PBI puede servirnos para recuperar lo perdido, pero también puede ser el estímulo que requiere nuestra sociedad para convertir los eventos catastróficos en una oportunidad de desarrollo. Ojalá que en 20 años cuando miremos en retrospectiva, no añadamos estos eventos como otra histórica oportunidad perdida.
