Ayer, 16 de noviembre, se celebró el Día de la Protección del Patrimonio Mundial Natural y Cultural, fecha en la que se conmemora la firma de la Convención Internacional sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural. Sin embargo, actualmente en nuestro país, nos toca hacer una pausa a las celebraciones, y dar paso a una reflexión y diálogo constante sobre las implicancias del establecimiento de un día como este para la recordación no solamente de nuestra gran biodiversidad y legado histórico, sino también de aquellos que han consagrado su vida a este país.
En el Perú, casi hemos aprendido a sentirnos orgullosos de nuestro gran legado arquitectónico y cultural, y de nuestra biodiversidad, tan valorada y reconocida a nivel mundial. Independientemente de nuestra procedencia o convicciones, todos encontramos en esta riqueza una fuerte motivación para reconocernos como peruanos y fieles amantes de la patria. En este espacio de elogios y reconocimientos, es poco usual que pensemos en las piezas claves que permiten que podamos sentir una suerte de unidad en la histórica fragmentación de este país.
Así, hemos aprendido a valorar y querer nuestro legado histórico en lo estéticamente atractivo y en lo turísticamente revelador, pero pocas veces nos hemos detenido a pensar en lo que el patrimonio comprende en el aspecto social y ambiental para un país en fase de reconstrucción, con sectores poco inclinados a la conservación natural y la protección del patrimonio, y honestamente poco involucrados, ya sea por desconocimiento o desinterés, con su sostenibilidad.
Frente a este escenario, es importante reflexionar y tener presente a aquellas personas que trabajan diariamente para que nuestro patrimonio se mantenga a salvo para las futuras generaciones: guardaparques, guías turísticos, comunidades y miembros del sector público y privado que han adquirido un compromiso arraigado con el país y el mundo, trabajando de manera comprometida por la conservación natural e histórica.
En el contexto actual, es necesario conversar sobre el valioso aporte de la juventud, quienes poseen una motivación muy férrea y, por ello, han asumido tácitamente la responsabilidad de seguir velando por la conservación. De ahí que en la convocatoria e inclusión explícita de todos ellos en esta tarea, encontremos alternativas y nuevas ideas para la protección del patrimonio, que siempre son bienvenidas. Estamos seguros de que los que quieren y defienden el patrimonio siempre alzarán su voz por aquello que consideran justo para el país que lo alberga, y estarán vigilantes de la agenda ambiental para cuidar nuestra casa natural. Hoy, después de un largo tiempo, podemos decir que estamos escribiendo una nueva etapa de nuestra historia en la que trabajamos para asegurar una vida plena para todas y todos.