Nos encontramos ante la llegada de otro Fenómeno del Niño que amenaza con dejar sus estragos tanto en nuestro país como en varios otros del mundo. Este escenario nos obliga a repensar no solamente la respuesta que tendremos en un contexto de por sí difícil por la Covid-19 y los conflictos sociales que han sacado a relucir varias problemáticas sistémicas, sino también en cómo plantearemos nuestras estrategias para un mejor manejo y cuidado de nuestros recursos hídricos que pueda mitigar en alguna medida sus consecuencias.
Los efectos del Fenómeno del Niño son nefastos y colocan en una posición de vulnerabilidad a muchas poblaciones que necesitan del agua para poder cubrir toda necesidad básica, y que se ven directamente perjudicados por los cambios climáticos abruptos y las fuertes temperaturas que provocan intensas lluvias y sequías. Si bien en las grandes ciudades, los efectos no se perciben de la misma manera, igual están presentes y empeorarán cada año si no asumimos parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos y ciudadanas en la conservación de nuestra agua.
En Perú, las cuencas hidrográficas se encuentran en varias de nuestras áreas naturales protegidas (ANP), pues aproximadamente 80 de las 159 tienen sus nacientes o zonas de recarga en alguna ANP. En cuanto a la oferta hídrica, en la vertiente costera, aproximadamente el 40% del recurso hídrico proviene de ríos cuyas nacientes o zonas de recarga se encuentran en ANP o ACR, y aproximadamente 11 millones de peruanos consumen agua proveniente de alguna de estas áreas. Nuestro país depende mucho de estas fuentes de agua, tanto para las actividades agrícolas y pesqueras, fundamentales para nuestra existencia, como en el consumo directo y la generación de energía eléctrica.
Consecuentemente, hacer caso omiso de los llamados a la conservación del agua supone un riesgo para el futuro de nuestro planeta y el que nuestros hijos recibirán en un par de años. Cuidar nuestras cuencas hidrográficas no evitará un fenómeno natural como es El Niño, pero sí generará resiliencia frente a sus consecuencias, y se podrá mitigar las pérdidas económicas en actividades primarias que dependen de esta agua, como asegurar su suministro para la población en los periodos más críticos del año. Y aunque esta puede parecer una tarea que solo atañe al Estado, también es tarea de cada uno de nosotros hacer un uso responsable del agua que llega todos los días a nuestros hogares.