La palmera de aguaje (Maurita flexuosa) es una de las especies predominante de la Amazonía. Los humedales que forman, con sus altos troncos y profundas raíces, retienen grandes cantidades de agua, la cual liberan gradualmente regulando el ciclo hidrológico de la región. Los aguajales albergan una fauna única y compleja, cuyos mamíferos y aves se alimentan, en su mayoría, directamente de sus frutos. El agua liberada por las raíces transporta nutrientes que permite el metabolismo de los cuerpos de agua y el desarrollo de los pesces. Así, una sola especie cumple un papel fundamental en la estructura de los bosques de todo el bioma Amazónico.
Sin embargo, a pesar de su importancia, los aguajales están en riesgo debido a una mala extracción de sus frutos. Para comprender el problema es necesario saber dos cosas. Primero, que las palmeras de aguaje son plantas dioicas, lo que significa que en su población hay ejemplares masculinos y femeninos, y el balance entre los sexos es esenciales para su reproducción: las hembras producen frutos luego de ser polinizadas.
Segundo, hay que tener en cuenta su altura: las palmeras pueden alcanzar hasta los 35 metros de longitud, por que lo que derribarlas es la manera más fácil de extraer sus bayas. Con un hacha o una sierra eléctrica es posible cortar al día entre 50 y 100 palmeras, lo cual es conveniente para la extracción inmediata, pero profundamente negativo para la sostenibilidad del ecosistema: la “tala de hembras” deja bosques estériles que no pueden regenerarse. Esto altera drásticamente la calidad de las fuentes de agua, afecta el hábitat de la fauna que le es propia, y restringe severamente su ciclo reproductivo. Sin embargo, esto no es lo único.
Segundo Chanchari es técnico en escalamiento de palmeras de aguaje y capacitador en comunidades. Él promueve el aprovechamiento sostenible del fruto de la palmera de aguaje.
Los suelos orgánicos de los aguajales también almacenan una gran cantidad de carbono. Las palmeras retiran gases de la atmósfera y lo almacenan en el suelo pantanoso, contribuyendo a regular el clima del planeta. En el Abanico del Pastaza, un amplio complejo de aguajales y bosques inundables ubicado en las provincias de Datem del Marañón, Alto Amazonas y Loreto, los depósitos de carbono representan el equivalente a los últimos 60 años de emisiones de gases de efecto invernadero producidas por actividades humanas en el Perú. Por ello, si queremos evitar la catástrofe climática, este tipo de humedales deben ser conservados y evitar que el carbono acumulado durante miles de años sea devuelto a la atmósfera.
Pero la tala de hembras no solo es negativa para el medioambiente. De acuerdo con investigadores del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP), solo en Loreto se pierden 1400 hectáreas de aguajales cada año, lo que afecta seriamente la productividad del recurso. Sobre la base de una observación controlada, los investigadores encuentran que tras cinco años de extracción no-sostenible el número de palmeras productivas disminuye de 66 a 29 por hectárea, lo que representa una reducción de 132 sacos de frutos en el primer año a 61 en el quinto. Es decir, la productividad disminuye en más del 50% en el corto plazo, con una tendencia exponencialmente negativa en el mediano y largo. La situación actual es insostenible.
¿Qué hacer? Pues actuar de inmediato, estableciendo planes de manejo efectivos de los aguajales y tecnologías de monitoreo por parte de las autoridades. Sobre todo, es importante cambiar el modo de extracción: la manera adecuada de obtener los frutos consiste en trepar la palmera, lo cual garantiza un ciclo de explotación de entre 40 y 50 años, y la continuidad del ecosistema. Ello requiere de una modificación importante de actitudes, tanto en las comunidades productoras, los intermediarios y los consumidores finales. También involucra invertir recursos: los equipos de escalamiento seguro son costosos y urge sumar sinergias entre el sector público y privado para lograr cambios efectivos.
Desde hace más de 10 años, Profonanpe, el fondo ambiental privado del Perú y el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado – SERNANP, han sumado esfuerzos con las comunidades del Pacaya Samiria para promover la extracción sostenible del aguaje a través de tecnología de escalamiento. En años recientes, presidido de la elaboración participativa de planes de manejo, comunidades nativas del Datem del Marañón han iniciado un proceso similar. En la comunidad kichwa de Puerto Díaz, por ejemplo, la familia Chanchari utiliza equipos que permiten escalar entre 20 y 30 palmeras al día, y sus miembros cumplen un papel activo en el cambio de prácticas. Segundo Chanchari, expresidente de la comunidad, está abocado a convencer a las localidades aledañas de la importancia de escalar las palmeras en lugar de tumbarlas. Hay que seguir su ejemplo y convencer al país de lo urgente de esta tarea.