En un viaje largo y maravilloso a la provincia del Datem del Marañón, encontramos a Balbina Sundi Akumbari, mujer líder en la etnia Kandozi, que desde hace ocho años dirige el proyecto de la conservación de taricaya en el Lago Rimachi, ahora Lago Musa Karusha. Junto a un grupo de alrededor de 15 mujeres, desarrollan actividades de repoblamiento y venta de huevos taricaya. Actualmente, el proyecto Humedales del Datem del Marañón, liderado por Profonanpe, con el apoyo del Green Climate Fund, viene trabajando en el plan de manejo de la taricaya, que se espera sea aprobado por el Gobierno Regional de Loreto.
El trabajo de Balbina inspira a otras etnias y mujeres de las zonas aledañas, que ven en ella un referente para el desarrollo de bionegocios, en los que convergen la agenda para el cambio climático y la de género. Hay muchas expectativas en que Balbina pueda expandir su conocimiento y compartirlo con el resto de etnias para generar mecanismos de financiamiento colectivos que sean sostenibles.
Gunter Yandari Hernando, al igual que Balbina, también pertenece a la etnia Kandozi y vive en la comunidad Musa Karusha. En el lago Rimachi, pescan y luego se llevan el pescado desviscerado. Ya en la comunidad, los hombres y mujeres lo salan y luego lo ponen al sol. Una vez seco, se embala y se vende en Tarapoto y en el resto de la Amazonía, en donde tiene muy buena aceptación. Además de esta técnica artesanal, Gunter se ha encargado de la comercialización de pescado fresco artesanal, lo que implica también traer el hielo desde Yurimaguas para poder mantener la cadena de frío. Para acelerar y facilitar esta cadena, Profonanpe ha implementando dos plantas de hielo, que tienen como fin producir hielo en la misma comunidad con energía solar provista por 120 paneles fotovoltaicos. Una modalidad sostenible única en la Amazonía peruana próximamente lista para iniciar operaciones.
Las historias de Balbina y Gunter son representativas de la magnitud de los proyectos que se tejen en la Amazonía y que tienen grandes perspectivas de crecimiento a corto y largo plazo. Aunque no tengan tanta visibilidad, los bionegocios son esenciales para el desarrollo de las comunidades en particular, y del país en general, pues son baluartes del aprovechamiento sostenible de nuestros recursos y de la conservación de nuestra biodiversidad, que asegura que estos no se agoten en el futuro.
Teniendo ello como preámbulo, ¿cuál sería el siguiente paso? En términos amplios, todavía hace falta más inversión de cooperantes y acompañamiento técnico para los bionegocios ya existentes, pero también es fundamental que se propicie la aparición y gestión de otras iniciativas que se puedan inscribir en las cadenas de producción nacionales con el asesoramiento adecuado. Queda mucho por hacer y muchas historias por conocer.