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28/11/2023

Escalando palmeras: recolección sostenible de aguaje y unguragui

La familia Chanchari nos recibe en la Comunidad de Puerto Díaz, a las orillas del Pastaza. Es una comunidad pequeña, de pocas casas, que agrupa a un puñado de familias kichwa. Trabajan una parcela no mayor de 2 hectáreas donde se cultiva yuca y otros productos de pan llevar, pero sobre todo piña, que comercializan en Ushpayacu, la capital del distrito del Pastaza. Estacionalmente, la comunidad también cosechaba los frutos del aguaje, proceso que tradicionalmente se realiza talando la palmera en producción. Sin embargo, desde hace más de 10 años, en Puerto Díaz no cortan las palmeras, sino las escalan. Con ayuda de un sistema de cuerdas, los escaladores pueden alcanzar la copa de las palmeras de aguaje, las cuales llegan a alcanzar alturas de 35 metros.

 

Segundo Chanchari, uno de los escaladores más prominentes de la comunidad, nos muestra al poco tiempo de llegar cómo se escala una palmera. A solo algunos metros de las casas, el terreno se transforma en pantano, y nuestras botas empiezan a hundirse en el sedimento vegetal. Estamos en el terreno de dominancia de la Maurita flexuosa, el nombre científico de la planta del aguaje. Son estos pantanos boscosos, en las provincias del Datem del Marañón y Loreto, los que albergan la concentración más extendida de palmeras de aguaje del Amazonía peruana.

 

 

 

Segundo nos guía hasta una palmera, y nos explica el procedimiento para su cosecha mientras se coloca los implementos para tomar acción: un casco, botas con espuelas, un arnés y cinturón que posteriormente acomoda en el troco casi liso de la planta. A través del impulso de su brazos y piernas, el cinturón permite subir a través del troco, con gran esfuerzo físico. Gracias a su experiencia y habilidad, le toma no más de cinco minutos llegar a la cima, donde utilizando un serrucho, puede cortar uno de los racimos, repleto de bayas.

 

Al bajar de la palmera, Segundo y su padre, Adegundo Chanchari, nos explican que escalar la palmera requiere de más tiempo y esfuerzo que simplemente derivarla. Con un hacha o una sierra eléctrica, nos dicen, es posible cortar al día entre 50 y 100 palmas, mientras que la cosecha con arneses permite aprovechar entre 20 y 30 palmeras del día. Pero este último método, naturalmente, conserva viva la planta. Esto es crucial desde el punto de vista ecológico y económico.

 

Los bosques de palmeras corresponden a más de 75% del área conocida como Abanico del Pastaza, las turberas tropicales más extensas del hemisferio occidental. Este conjunto de pantanos y sistemas lacustres, donde se encuentra la comunidad de Puerto Díaz, contiene en sus suelos una reserva de carbono estimado de casi 6.7 mil millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente, cuya preservación en raíces y otros materiales orgánicos es crucial para combatir el cambio climático. El carbono acumulado en la provincia del Datem del Marañón representa casi el séptuplo de las emisiones de carbono de todos los países de América del Sur en 2021.

 

Dada su amplia predominancia en la zona, la palmera de Aguaje es una especie que define gran parte de la estructura del bosque pantanoso, creando condiciones localmente estables para otras especies, y modulando y estabilizando procesos fundamentales del ecosistema. Por ejemplo, las plantas de palmera tienen la capacidad de retener grandes cantidades de agua, que es liberada de manera gradual luego de ser purificada. El agua liberada por los aguajales contiene altas cantidades de carbono orgánico disuelto y otros componentes necesarios para los procesos metabólicos en los cuerpos de agua. Peces, aves y mamíferos dependen de los servicios ecosistémicos de las palmeras, ya sea por su regulación de los ciclos de agua, o por alimentarlos con sus bayas. Loros, guacamayos y murciélagos habitan las copas o troncos muertos, así como diversas especies de monos. El fruto del aguaje es central también en la dieta de los sajinos y las sachavacas, las cuales son fuente de proteína de las comunidades nativas.

 

 

Los Chanchari se convencieron de los beneficios de escalar las palmeras luego de una vista de escaladores provenientes del Parque Nacional Pacaya Samiria, conocidos como Los Maquisapas, en honor de la especie de mono amazónico. “Antes no había escaladores” — comenta Adegundo — “todo era hacha, todo era tumbar.” Pero Los Maquisapas, quienes venían trabajando con Sernanp, Profonanpe y organizaciones sin fines de lucro en la transformación de la cosecha del aguaje, llevaron la buena nueva a la Comunidad de Puerto Díaz. Eran los inicios de la década del 2010. “En ese momento vinieron uno de los primeros escaladores con pretinas, que les conocimos como Los Maquisapas.” – recuerda Segundo – “Un señor llamado Arvildo del Pacaya Samiria.[1] El me capacitó. Luego me fui a su tierra y también me capacité ahí. Luego yo seguí practicando, queriendo superarme más, y superé hasta ahora.”

 

Trepar la palmera permite un ciclo de extracción de entre 40 y 50 años luego de la maduración de la planta, cuando esta tiene entre 7 y 10 años. Sin embargo, debido a la alta demanda del mercado, los incentivos económicos inmediatos se interponen a los de largo plazo. Talar las palmeras genera réditos de corto plazo. En la actualidad, se estima que 2130 aguajes son talados cada mes en la región Loreto y se pierden 1400 hectáreas de aguajales cada año, una cifra que ha ido en aumento desde la década de 1990 en adelante. La depredación afecta la economía de la región y la sostenibilidad del recurso. Las palmeras de aguaje son plantas dioicas cuyas hembras producen frutos al ser polinizadas por los ejemplares masculinos. Al ser taladas las primeras, la capacidad de reproducción de la especie es seriamente limitada, dejando bosques estériles. De acuerdo con un estudio, por cada ejemplar femenino existen 3 masculinos en Loreto.

 

En asociación con el Proyecto Humedales del Datem, los miembros de la comunidad de Puerto Díaz conformaron una asociación dedicada a la cosecha sostenible de los frutos de palmeras, principalmente aguaje, pero también unguragui (Oenocarpus bataua), bayas oscuras ricas en Omega 9. La producción es vendida a un precio fijo a Aspromar, una asociación con base en la Comunidad de Puerto Industrial, que cuenta con una planta de producción de sorbetes. “Estamos contentos con nuestro negocio” – afirma Segundo – “Pero no ha sido fácil. Se ha tenido que conversar en la comunidad, en asambleas. Hemos promovido charlas. Pero al final la gente se ha convencido. Ahora la comunidad se ha adaptado al escalamiento, así se puede cosechar los aguajes que están más cerca. Mientras más talas, más lejos tienes que ir para encontrar el aguaje después. En cambio, con el escalamiento no tenemos ese problema.”

 

 

 

Con su trabajo, Puerto Díaz está demostrando que existe un camino posible para explotar los frutos de palmera de manera sostenible, asegurando tanto ingresos en el largo plazo como la conservación de los ecosistemas del Abanico del Pastaza. En particular, la familia Chachari ha tenido un papel central en la comunidad, capacitando a sus vecinos y otros miembros de comunidades cercanas. “Nosotros estamos capacitando a la gente” – dice Segundo – “El problema es la falta de materiales. Para hacer los equipos tenemos que conseguir pretinas especiales, hay que ir a Lima para eso. Aquí hay pretina, pero no son del modelo que se necesita. Pero ahí estamos. Una vez confeccionados [los arneses] los donamos a la gente para que pueda cosechar.”

 

Sin embargo, hay algo que preocupa a los Chanchari. Desde hace unos años, la disponibilidad de los frutos ha decrecido sostenidamente. “Esta bajo ahorita la producción del aguaje” – comenta con preocupación Segundo – “No ha habido mucho florecimiento este año. Ya son dos años que va así. No sé sabe por qué será, pero me parece que ha sido el cambio climático. Ha habido dos temblores grandes que ha hecho una modificación de los árboles. Hace tres años el aguaje se desperdiciaba. Ahora no. Pero yo tengo fe que eso va a cambiar, la planta tiene que saber que ya no se le hará daño.”

 

[1] Se refiere a Arvildo Uraco Canaquiri, presidente del comité de gestión de la Reserva Nacional Pacaya-Samiria. Los Maquisapas son miembros de la Comunidad Nativa 20 de Enero, en la provincia de Loreto.

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